Mujer Pilcomayo

Historias de vida que siguen el pulso de la tierra

Los pasos que está dando la familia de María Silvia Salto, de la organización Vecinos Unidos, para lograr reubicarse en otro lugar distante de donde vive actualmente, es una de las tantas historias que alientan el proceso de regularización territorial que se lleva adelante desde hace más de 20 años, en los ex lotes fiscales 55 y 14, en el municipio de Santa Victoria Este, en el norte de Salta.

En un territorio que tiene una extensión de 643.000 hectáreas, las comunidades indígenas que habitan allí ancestralmente, representadas por la Asociación Lhaka Honhat (LH) y las familias criollas que acreditan derechos, representadas por la Organización de Familias Criollas (OFC) y otras organizaciones, desde el año 2000 vienen trabajando juntas en este proceso de reclamo de la tierra y el territorio, en el marco de lo que se conoce como Programa Pilcomayo.

Este Programa, en el que también participan Asociana, acompañando a las comunidades indígenas y FUNDAPAZ, a las organizaciones criollas, cuenta con el apoyo de las agencias Misereor y Pan Para el Mundo, y tiene como objetivo principal unificar estrategias de trabajo y facilitar los acuerdos entre poblaciones con culturas y miradas diferentes que viven en un mismo territorio.

Durante la marcha de este proceso, mientras Lhaka Honhat iba reclamando ante el Estado provincial y más tarde ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el derecho a un título único de la tierra; en el territorio las organizaciones comenzaron a trabajar con una herramienta como es el mapeo participativo, que les permitió visualizar las áreas de uso tanto de las comunidades indígenas como de las familias criollas, para poder construir  una propuesta conjunta de distribución y regularización de la tierra y el territorio.

Con datos e información producida por las poblaciones e instituciones, el gobierno de Salta reconoció en 2007 mediante un decreto, que a las comunidades indígenas les correspondía un territorio de 400.000 hectáreas y otro de 243.000 a las familias criollas.

Más tarde, ya en una nueva etapa, las poblaciones fueron acordando, las áreas asignadas para cada población y se inició un proceso para definir la relocalización de las familias criollas hacia la zona establecida.

Actualmente, hay un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que reconoce el derecho a la propiedad comunitaria ancestral y dictamina que el Estado argentino entregue en un título único a las comunidades indígenas un territorio de 400.000 hectáreas, con derecho a conservar la identidad y la garantía de acceso a la alimentación, al agua y a un ambiente sano.  En la misma sentencia los jueces reconocen, el derecho a la tierra para la vida de las familias criollas, sobre un territorio de 243.000 hectáreas.

Ma Silvia y quesos

Es en este contexto, que María Silvia Salto y su familia, pequeños productores que se dedican a la cría de ganado mayor y menor, tomaron la decisión de relocalizarse y están dando los pasos para poder mudarse del paraje Buena Vista hacia el paraje El Molle, una nueva zona a 80 kilómetros de donde viven actualmente.

La familia cuenta con un pozo de agua y un predio destinado al pastoreo. Hace poco pudo realizar un cerramiento de 3 hectáreas, de las cuales en una hectárea implantó Gatton Panic para pasturas y trasplantó algarrobos blancos y chañares. El resto del campo aún no está cercado y tiene una mínima infraestructura productiva debido a que hay que trasladar la unidad domestico-productiva del puesto viejo -con corrales, mangas y bretes, en donde tiene 45 vacas lecheras, 250 cabras y ovejas-, a este nuevo espacio, donde deberán comenzar nuevamente a reorganizar las instalaciones para el manejo de su ganado.

Al consultarle sobre cómo están viviendo esta experiencia – que es una entre las de 20 familias que ya se relocalizaron por sus propios medios-  María Silvia reconoce que es un proceso lento; que otras familias criollas van a poder transitarlo, presentando mayores desafíos para aquellos que son muy mayores.

“Yo todavía no me pude mudar definitivamente porque no tengo agua suficiente, que es fundamental para el consumo y los animales. Además, no está terminada la casa. Por ahora, seguimos limpiando el terreno, haciendo los deslindes y alambrando”, cuenta.

En su familia las mujeres producen de diciembre a septiembre de cada año, quesillo y queso criollo o chaqueño. Tienen un rodeo que les permite obtener no más de 3 a 5 litros de leche por vaca. Esta actividad la complementan con la cría de ganado menor y aves de corral, destinada un 70% para el autoconsumo.

La nueva trama de la vida de las familias chaqueñas protagonistas de este proceso, se va armando de a poco. La mayoría de los actores confía en que se cumpla del Fallo de la CIDH garantizando la toma de medidas de reparación y la realización de obras en el territorio que permitan volver a iniciar la vida en una nueva zona.

Pilcomayo reunion

Nueva etapa en el proceso de regularización territorial en Santa Victoria Este

Representantes de la Organizaciones de Familias Criollas (OFC), Vecinos Unidos, Raíces del Chaco, 20 de Septiembre; de comunidades indígenas agrupadas en Lhaka Honhat (LH); miembros de ASOCIANA y FUNDAPAZ, quienes con el apoyo de las agencias Misereor Pan Para el Mundo, venimos desde hace más de 20 años participando en el proceso de regularización territorial de las dos poblaciones  en los ex lotes fiscales 55 y 14 en Santa Victoria Este, Salta, nos reunimos recientemente para revalorizar y evaluar el camino recorrido, reconocer los desafíos y acordar un nuevo plan de trabajo para los próximos años.

En el marco de este proceso, denominado localmente Programa Pilcomayo, luego de muchos años de gestiones ante el gobierno provincial y nacional, realización de mapeos participativos, diálogos y acuerdos entre los principales actores para tratar de resolver este caso que abarca 643.000 hectáreas y presenta a dos poblaciones viviendo en un mismo territorio, LH presentó en 1998, con patrocinio del CELS, su reclamo ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA.

En 2020 la Corte IDH falló a favor de las comunidades, dispuso que se le entregara un título único de propiedad comunitaria de 400.000 has y, a la vez, obliga al Estado argentino a garantizar en un plazo de 6 años el derecho a la identidad cultural, a un ambiente sano, a la alimentación y al agua. En este contexto también se reconoce el derecho a propiedad de la tierra de 243.000 hectáreas para las familias criollas. Muchas de ellas se tendrán que relocalizar fuera del territorio indígena.

Actualmente, el territorio está medido y delimitado en un 90 por ciento. Hay entre 15 y 20 familias criollas que se relocalizaron por sus propios medios. Falta aún acompañamiento y recursos de parte del Estado, para terminar de completar el proceso en los tiempos previstos por la Corte.

“Es necesario ver cómo se proyecta la vida en el territorio. Hay que diagramar un modelo productivo para las familias y ver qué impacto tiene en las personas. Hoy hay gente que ya está reubicada, otras que no y otras a las que le falta interiorizarse bien con todo el proceso”, señaló Ivan Palomo de la organización Vecinos Unidos, y destacó que para mudarse se necesita agua y obras de infraestructura.

Por su parte Cristina Pérez, coordinadora de LH destacó que “es necesario mantener la memoria. Si queremos tener algo es importante empezar por la memoria. Las dos partes entendimos que para solucionar esto teníamos que llegar a un acuerdo. Hoy estamos en una nueva etapa de esta lucha, tenemos que ver cómo nos organizamos, qué tipo de gobernanza queremos para el territorio y también ver qué piensan los jóvenes”.

La necesidad de seguir trabajando juntos garantizando la paz social fue uno de los principales acuerdos confirmados. “Al analizar la línea de tiempo de este proceso histórico se vio cómo al principio se desconfiaban unos de otros, se tenían miedo. Luego se fueron conociendo más, profundizaron el diálogo y finalmente decidieron trabajar juntos en este reclamo. En esta reunión se está acordando cómo continuar el camino en una nueva etapa”, comentaba Silvia Reynoso de FUNDAPAZ.

José Cantero de ASOCIANA agregó: “Con la denuncia ante la CIDH y el proceso de trabajo se consiguieron cosas importantes, pero falta muchísimo. Por otro lado, la pandemia nos dejó una huella muy profunda porque se fueron dirigentes muy importantes”.