Rueda jovenes en el piso

El potencial de los jóvenes rurales como actores del cambio social

La Unión de Familias Organizadas de Pequeños Productores de la Cuña Boscosa y los Bajos Submeridionales de Santa Fe (UOCB) está desarrollando un programa de capacitación en liderazgo y emprendimiento para más de 60 jóvenes de diferentes comunidades del departamento Vera y San Javier de la provincia de Santa Fe, con el fin de potenciar sus capacidades y promover el recambio generacional en la dirigencia de las organizaciones.

El objetivo principal del Programa Fortalecimiento de Liderazgo Juvenil que lleva adelante la UOCB con apoyo de la Fundación Interamericana (IAF, por sus siglas en inglés), y el acompañamiento del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena de la Nación (SAFCI) y FUNDAPAZ entre otras instituciones, es la formación de líderes comunitarios que vayan fortaleciendo a la organización, a la vez que se va preparando para un recambio generacional.

«Este programa está destinado a los hijos e hijas de los socios de la UOCB de los distintos parajes del departamento Vera, y también se trabaja con otra organización de segundo grado como es el Movimiento Provincial de Pequeños Productores de Santa Fe (MoPProFe). En los talleres planteamos diferentes interrogantes como ¿qué es ser líder hoy?, ¿qué nos está pasando con los afectos?; y la idea de que es necesario ir creciendo en vínculos y que éstos sean sanos. Esto incluye la perspectiva de género; por eso además hay espacios para las mujeres donde se tratan los temas de violencia que van apareciendo, y se debate la importancia de tener relaciones sanas», explica en líneas generales Gabriela Varela, coordinadora del proyecto.

Rueda manos jóvenes uocb

María Luz Godoy, una de las promotoras que junto con Melina Sastre son las encargadas de tener un vínculo más cercano con los jóvenes. Recuerda los primeros pasos del diseño de la propuesta «Desde el principio hicimos con los jóvenes el diagnóstico de inicio. Cuando comenzamos durante la pandemia fue bastante difícil, pero cuando volvimos a la presencialidad fue más sencillo. Si bien hay líneas de trabajo que ya estaban planificadas fueron surgiendo nuevas temáticas. Hay temas que en los pueblos no se ven y no se hablan, como los casos de violencia. Esto no estaba pensado y lo tuvimos que abordar. Por eso es muy importante fortalecer a los jóvenes, para que puedan expresarse más libremente».

Una de sus líneas del programa busca alentar los emprendimientos económicos y productivos que permitan sustentar el arraigo de los jóvenes en el territorio. Lo productivo se aborda desde una mirada ambientalista y agroecológica, donde se destaca la importancia del cuidado de la tierra, del agua y el bosque. Los jóvenes presentaron 28 propuestas productivas, y ya hay 8 emprendimientos en marcha.

Uno de ellos, es el que lleva adelante Rocío Almirón. Rocío tiene 18 años, vive en el paraje de Caraguatay, y cursa el primer año del Profesorado de Geografía en Vera. «Tengo un emprendimiento de gallinas ponedoras que se llama Huevos de granja, Alfa y Omega, y vendo los huevos en Vera. Hay 25 gallinas que más o menos ponen entre 10 a 20 huevos por día. Cuando empecé vendía 10 maples por mes; ahora catorce o más. Con la ayuda del proyecto pude comprar los pollitos y arrancar con el emprendimiento. Esto me ayuda porque con lo que gano puedo pagar mis gastos. Por ejemplo, cuando voy a estudiar si necesito pagar el combustible de la moto, tengo con qué pagarlo», cuenta y dice que tienen pensado quedarse a vivir en su zona. «A pesar de que estamos lejos de la ciudad, me acostumbré a la tranquilidad, a la paz que hay acá. Uno escucha el canto de los pájaros y se vive rodeado de animales».

Al referirse a su participación en el programa destaca los aprendizajes adquiridos. «Aprendí mucho y además en los talleres tuvimos muchos intercambios con jóvenes de otros lugares y eso te hace perder la timidez. Los temas que más me gustaron son los que se referían a salud, a salud sexual. Y en cuanto a los temas productivos, aprender a utilizar los fertilizantes y el cuidado del medio ambiente».

En Fortín Charrúa Miriam Escobedo lidera Pancheto, una propuesta de venta de pan casero, facturas y otros productos de panadería. «Comencé en 2020 ante la falta de trabajo. Yo trabajo como suplente de una cocinera en una escuela de la zona y al suspenderse las clases por la pandemia, me quedé sin trabajo. Entonces como en el pueblo no hay panadería decidí empezar a hacer panes. Mi hermana me dio una sobadora y una mezcladora y así empecé. Un día, vino un amigo de Reconquista que me enseñó a hacer facturas y sumé las facturas», recuerda.

«Como mi casa es chica- agrega- trabajaba en mi cocina. Para cocinar usaba un horno de llantas de camión. En ese momento tenía una gran demanda: hacía 8 kilos de pan, tres veces al día. Entonces presenté un proyecto a la UOCB para mejorar el lugar de trabajo y la comercialización. La idea era levantar una pieza para que allí funcionara la panadería. Me financiaron el proyecto y pude levantar las paredes, comprar estantes, exhibidores y bandejas. Hoy cocino en ese espacio y con un horno que tiene salida a la panadería. Fue muy importante tener mi local fue una gran ayuda. Es mi trabajo principal».

Otro ejemplo de estos emprendimientos es el que desarrolla con Vive, Teje, Ama, María Virginia Suárez en Estación Toba. «A los 8 años aprendí a hacer cadenas de tejido al crochet y me gustó mucho. Luego empecé a mirar videos y fui aprendiendo a hacer más puntos y tejidos y le fui enseñando a mi mamá. Empezamos a tejer juntas, y con el tiempo comenzamos a vender. Hoy hacemos diferentes tejidos como gorras, bufandas, cubrecamas, y amigurumis (animalitos y personajes tejidos) que mostramos a través de las redes sociales», explica y precisa que con el apoyo del programa pudo comprar 30 kilos de lanas, 30 kilos de hilos y todo lo necesario para trabajar.

«Me parece que los jóvenes tienen que aprovechar esta oportunidad que les da la organización con este programa. Hay muchos que tienen ideas para armar un emprendimiento pero les falta apoyo para comenzar», asegura.

El Quebracho cisternas 2

Obras que dan forma a un modelo de desarrollo criollo en Santa Victoria Este

Once familias del grupo vecinal El Quebracho que viven en un lunar criollo, se organizaron para dar respuesta a sus principales necesidades en la zona.

El entusiasmo de haber alcanzado algunos logros que permiten vivir mejor, sigue acompañando en estos días a las familias del grupo vecinal El Quebracho, miembro de la Organización de Familias Criollas (OFC) de Santa Victoria Este, en Salta. Sucede que luego de más de 20 años de llevar adelante diferentes acciones para poder desarrollarse en el territorio donde viven, hoy conocido como un “lunar criollo Quebracho ”, acaban de presentar un plan integral de manejo de recursos naturales que incluye: la construcción de seis cisternas de 16.000 litros para captar agua segura para consumo, una de las principales necesidades de la zona; la implementación de sistemas silvopastoriles, el desarrollo de un programa ganadero y apícola, y una huerta agroecológica que está a cargo del grupo de mujeres.

Estas obras tienen un significado especial porque se enmarcan en un proceso de regularización dominial de la tierra que se viene desarrollando en los ex lotes fiscales 55 y 14 entre familias criollas y comunidades indígenas, por el cual las comunidades indígenas accedieron a 400.000 has y las familias criollas a 243.000 has. Desde el año 2000 FUNDAPAZ acompaña a la OFC en este proceso con el Proyecto Pilcomayo, que cuenta con la cooperación internacional de Misereor y de Pan Para el Mundo, y  en el que también participan Lhaka Honhat con el acompañamiento de  Asociana.

Luego de  muchos años de diálogo y acuerdos entre las familias criollas y las comunidades indígenas, que logró definir la distribución territorial de cada población, en este grupo Quebracho 11 familias lograron la titularidad de la tierra donde viven en pleno acuerdo con las comunidades indígenas vecinas: un lunar criollo de unas 1.750 ha.

“Hoy son 11 las familias que lograron el arraigo en esta zona, y gracias al trabajo comunitario  tenemos ganado mayor y menor, 15 hectáreas de manejo de potrero silvopastoril y obras de acceso al agua. Si bien todavía no logramos cubrir toda la necesidad de agua para producción porque tenemos que llevar los animales hasta el río que nos queda a 15 kilómetros, avanzamos mucho”, cuenta Daniel Daniel Herrera, presidente de la organización Raíces del Chaco del Quebracho.

Noelia Arias, una de las diez mujeres que trabaja en la huerta comunitaria, agrega: “La huerta es un gran beneficio para cada familia porque nos permitió hacer un cambio en la alimentación. Ahora podemos tener lechuga, acelga, zanahoria, cosas que nos aportan muchos nutrientes, y no tenemos que ir hasta el pueblo a comprar. Eso muchas veces es difícil por el mal estado de los caminos. Por eso todas trabajamos con entusiasmo en esto”.

Así, mientras se llevaban adelante los acuerdos por la tierra se trabajó en este plan de acceso y manejo de recursos naturales en el que participaron instituciones, organismos provinciales y nacionales reunidos en la Mesa de Acceso al Agua del Chaco Salteño,  el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, el  Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (Proinder), el Programa Bosques Nativos y Comunidad, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, entre otros actores.

Si bien aún queda mucho por hacer, ya que el Estado debe garantizar un presupuesto para los trabajos de infraestructura pendientes en la zona para terminar con el proceso de regularización dominial de la tierra, que incluya a todo el territorio y en el marco de acuerdos; la manera en que esta vecinal de la OFC resolvió los principales problemas de las familias, es un modelo que puede ser un ejemplo para otras vecinales de esta organización y también para otras organizaciones criollas que hoy conviven en este territorio.

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