Mesa tierra Salado Norte, un espacio de trabajo colectivo que busca el buen vivir

En la localidad San José de Boquerón, al norte de Santiago del Estero en la zona conocida como Salado Norte por estar ubicada sobre una margen del río Salado,  y en los parajes cercanos que pertenecen al departamento de Copo y parte de Alberdi, las familias campesinas e indígenas habitan y tienen una relación muy estrecha con el monte. Es una zona que desafía a ser perseverante en la búsqueda de soluciones colectivas que permitan mejorar la calidad de vida.

La mayoría de las familias vive de la extracción de productos forestales, de la ganadería mayor y menor, de la apicultura, y de artesanías en tejido y cuero. Hace pocos años llegó a las principales zonas de Boquerón el tendido eléctrico y el pavimento a las calles, pero monte adentro no hay nada. Las familias que viven más alejadas se encuentran aisladas, complicadas para salir a vender sus productos, acceder a la atención de salud o a la educación. A esto se suma que en general no se tiene acceso al agua segura para consumo y producción, y que existen diversos conflictos por la tenencia de la tierra.

A pesar de este panorama tan complejo, hay en la zona un espacio donde actualmente 10 organizaciones campesinas e indígenas agrupadas en la Mesa de Tierra del Salado Norte, trabajan conjuntamente para fortalecerse, para hacer una mejor gestión del territorio que brinde respuesta a sus necesidades,  y para incidir en las políticas públicas.

“La Mesa de Tierra del Salado Norte tiene mucha historia. Hace más de 25 años que surgió por la problemática de la tierra en la zona. En ese momento la integraban sólo cuatro organizaciones. Luego, hubo un período donde se dispersaron porque cada una actuaba desde otro marco, y en 2015  vuelve a resurgir, impulsada por el hermano jesuita Rodrigo Castells, que en ese momento estaba en la parroquia San José de las Petacas”, recuerda Alicia López de la Asociación Civil de Pequeños Productores Caprinos del Noroeste de Copo (ACPProNoC), y precisa que en la nueva etapa,  fueron seis organizaciones que no sólo se volvieron a juntar por los conflictos de tierra que tenían sino que además con el tiempo aparecieron nuevas inquietudes como la necesidad de fortalecer los procesos productivos con una mirada agroecológica, mejorar de comercialización, seguir atendiendo el problema de acceso al agua y  también empezar a tratar de cuestiones de género.

“FUNDAPAZ  fue un pilar fundamental en el acompañamiento de estas reuniones. Poco a poco se fueron sumando más organizaciones, se integraron los jóvenes, se incrementó la participación de las mujeres  y empezamos a formar parte del Encuentro de Organizaciones Campesinas e Indígenas del Norte Argentino (ENCONA). La Mesa Parroquial de Tierras del Salado Norte, es el espacio donde somos escuchados, donde podemos decir lo que sentimos y qué es lo que queremos para nuestros territorios y cómo lo queremos trabajar. En las reuniones nos enteramos de otras realidades y avanzamos en planificar estrategias”, destacó Alicia.

Ariel Rojas y su organización la Asociación Civil de Pequeños Productores de Alberdi (APPA) es uno de los miembros históricos de la Mesa de Tierra. “En sus inicios en el primer período de la Mesa  éramos cuatro organizaciones, ACPProNoC, APPA, Grupo Tierra y UPPSAN Candelaria; que nos reuníamos porque no teníamos agua y por los problemas con las tierras. Si bien con el tiempo se avanzó bastante porque se construyeron cisternas para juntar agua de lluvia y se solucionaron algunas cuestiones con la tierra, en muchos lugares siguen las mismas problemáticas, por eso seguimos trabajando y van apareciendo temas nuevos”, contó.

Actualmente este espacio está integrado por: Asociación civil de Pequeños Productores Caprinos del Noroeste de Copo (ACPProNoc), Asociación civil de Pequeños Productores de Alberdi (APPA), Unión de Pequeños Productores del Salado Norte de Potrero Bajada (UPPSAN Potrero Bajada); Unión de Pequeños Productores del Salado Norte Candelaria (UPPSSAN Candelaria); Unión de Pequeños Productores del Salado Norte de Santos Lugares (UPPSAN Santos Lugares); Grupo Tierra Nueva Esperanza, Copo; Comunidad Indígena Tonokote; Asociación Fe y Alegría del paraje Santa Rosa; Frente de Mujeres del Salado Norte; y la Organización Campesina de Copo, Alberdi y Pellegrini (OCCAP).

Hoy la Mesa de Tierra del Salado Norte es un lugar de encuentro de todas estas organizaciones, de intercambio de saberes y de trabajo conjunto donde anidan proyectos que buscan afianzar el buen vivir.

Rueda jovenes en el piso

El potencial de los jóvenes rurales como actores del cambio social

La Unión de Familias Organizadas de Pequeños Productores de la Cuña Boscosa y los Bajos Submeridionales de Santa Fe (UOCB) está desarrollando un programa de capacitación en liderazgo y emprendimiento para más de 60 jóvenes de diferentes comunidades del departamento Vera y San Javier de la provincia de Santa Fe, con el fin de potenciar sus capacidades y promover el recambio generacional en la dirigencia de las organizaciones.

El objetivo principal del Programa Fortalecimiento de Liderazgo Juvenil que lleva adelante la UOCB con apoyo de la Fundación Interamericana (IAF, por sus siglas en inglés), y el acompañamiento del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena de la Nación (SAFCI) y FUNDAPAZ entre otras instituciones, es la formación de líderes comunitarios que vayan fortaleciendo a la organización, a la vez que se va preparando para un recambio generacional.

«Este programa está destinado a los hijos e hijas de los socios de la UOCB de los distintos parajes del departamento Vera, y también se trabaja con otra organización de segundo grado como es el Movimiento Provincial de Pequeños Productores de Santa Fe (MoPProFe). En los talleres planteamos diferentes interrogantes como ¿qué es ser líder hoy?, ¿qué nos está pasando con los afectos?; y la idea de que es necesario ir creciendo en vínculos y que éstos sean sanos. Esto incluye la perspectiva de género; por eso además hay espacios para las mujeres donde se tratan los temas de violencia que van apareciendo, y se debate la importancia de tener relaciones sanas», explica en líneas generales Gabriela Varela, coordinadora del proyecto.

Rueda manos jóvenes uocb

María Luz Godoy, una de las promotoras que junto con Melina Sastre son las encargadas de tener un vínculo más cercano con los jóvenes. Recuerda los primeros pasos del diseño de la propuesta «Desde el principio hicimos con los jóvenes el diagnóstico de inicio. Cuando comenzamos durante la pandemia fue bastante difícil, pero cuando volvimos a la presencialidad fue más sencillo. Si bien hay líneas de trabajo que ya estaban planificadas fueron surgiendo nuevas temáticas. Hay temas que en los pueblos no se ven y no se hablan, como los casos de violencia. Esto no estaba pensado y lo tuvimos que abordar. Por eso es muy importante fortalecer a los jóvenes, para que puedan expresarse más libremente».

Una de sus líneas del programa busca alentar los emprendimientos económicos y productivos que permitan sustentar el arraigo de los jóvenes en el territorio. Lo productivo se aborda desde una mirada ambientalista y agroecológica, donde se destaca la importancia del cuidado de la tierra, del agua y el bosque. Los jóvenes presentaron 28 propuestas productivas, y ya hay 8 emprendimientos en marcha.

Uno de ellos, es el que lleva adelante Rocío Almirón. Rocío tiene 18 años, vive en el paraje de Caraguatay, y cursa el primer año del Profesorado de Geografía en Vera. «Tengo un emprendimiento de gallinas ponedoras que se llama Huevos de granja, Alfa y Omega, y vendo los huevos en Vera. Hay 25 gallinas que más o menos ponen entre 10 a 20 huevos por día. Cuando empecé vendía 10 maples por mes; ahora catorce o más. Con la ayuda del proyecto pude comprar los pollitos y arrancar con el emprendimiento. Esto me ayuda porque con lo que gano puedo pagar mis gastos. Por ejemplo, cuando voy a estudiar si necesito pagar el combustible de la moto, tengo con qué pagarlo», cuenta y dice que tienen pensado quedarse a vivir en su zona. «A pesar de que estamos lejos de la ciudad, me acostumbré a la tranquilidad, a la paz que hay acá. Uno escucha el canto de los pájaros y se vive rodeado de animales».

Al referirse a su participación en el programa destaca los aprendizajes adquiridos. «Aprendí mucho y además en los talleres tuvimos muchos intercambios con jóvenes de otros lugares y eso te hace perder la timidez. Los temas que más me gustaron son los que se referían a salud, a salud sexual. Y en cuanto a los temas productivos, aprender a utilizar los fertilizantes y el cuidado del medio ambiente».

En Fortín Charrúa Miriam Escobedo lidera Pancheto, una propuesta de venta de pan casero, facturas y otros productos de panadería. «Comencé en 2020 ante la falta de trabajo. Yo trabajo como suplente de una cocinera en una escuela de la zona y al suspenderse las clases por la pandemia, me quedé sin trabajo. Entonces como en el pueblo no hay panadería decidí empezar a hacer panes. Mi hermana me dio una sobadora y una mezcladora y así empecé. Un día, vino un amigo de Reconquista que me enseñó a hacer facturas y sumé las facturas», recuerda.

«Como mi casa es chica- agrega- trabajaba en mi cocina. Para cocinar usaba un horno de llantas de camión. En ese momento tenía una gran demanda: hacía 8 kilos de pan, tres veces al día. Entonces presenté un proyecto a la UOCB para mejorar el lugar de trabajo y la comercialización. La idea era levantar una pieza para que allí funcionara la panadería. Me financiaron el proyecto y pude levantar las paredes, comprar estantes, exhibidores y bandejas. Hoy cocino en ese espacio y con un horno que tiene salida a la panadería. Fue muy importante tener mi local fue una gran ayuda. Es mi trabajo principal».

Otro ejemplo de estos emprendimientos es el que desarrolla con Vive, Teje, Ama, María Virginia Suárez en Estación Toba. «A los 8 años aprendí a hacer cadenas de tejido al crochet y me gustó mucho. Luego empecé a mirar videos y fui aprendiendo a hacer más puntos y tejidos y le fui enseñando a mi mamá. Empezamos a tejer juntas, y con el tiempo comenzamos a vender. Hoy hacemos diferentes tejidos como gorras, bufandas, cubrecamas, y amigurumis (animalitos y personajes tejidos) que mostramos a través de las redes sociales», explica y precisa que con el apoyo del programa pudo comprar 30 kilos de lanas, 30 kilos de hilos y todo lo necesario para trabajar.

«Me parece que los jóvenes tienen que aprovechar esta oportunidad que les da la organización con este programa. Hay muchos que tienen ideas para armar un emprendimiento pero les falta apoyo para comenzar», asegura.