Tener agua, un derecho que permite vivir mejor en el noreste de Santa Fe

Estamos acompañando a 37 familias que se dedican a la agricultura familiar en un proyecto para mejorar la infraestructura productiva de la zona.

La silueta color gris cemento de una cisterna con capacidad para cosechar 52.000 litros de agua de lluvia ya se deja ver por completo en el predio de la organización Mujeres Rurales Unidas ubicado en el Paraje Las 500. Es uno de los logros que se está alcanzando en poco menos de un mes de trabajo que lleva la ejecución del proyecto Mujeres, Ambiente y Desarrollo local.

Esta comunidad rural pertenece al municipio Gregoria Pérez de Denis, departamento 9 de Julio, Santa Fe. Allí se implementa este proyecto que alienta las esperanzas de las familias locales. Se trata de una iniciativa desarrollada por FUNDAPAZ en articulación con la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena- Santa Fe; el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA) Santa Fe; y la Comuna de Gregoria Pérez de Denis con el financiamiento del Programa de Pequeñas Donaciones de Argentina (PPD), que depende del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD Argentina).

 Con este proyecto se beneficiarán 37 familias pertenecientes a dos organizaciones locales lideradas por mujeres como son: Feriantes El Nochero y Mujeres Rurales Unidas. A través del mismo, se busca recomponer la infraestructura productiva de la zona, incorporar tecnología y herramientas que permitan a las mujeres producir alimentos de manera sustentable y visibilizar el aporte que realizan las mujeres en la economía familiar y en el desarrollo local.

El departamento 9 de Julio, enfrenta una dramática crisis climática producto de los cambios en los usos del suelo y del avance de la frontera agropecuaria. Esto produce períodos de inundaciones que se alternan con sequías que impactan gravemente en las producciones de los pequeños agricultores quienes en ocasiones lo pierden todo, afectando no sólo la economía familiar, sino además las ventas en la feria que estas organizaciones impulsan en El Nochero, porque se quedan sin vender los productos de granja y hortícolas, principal fuente de ingreso de las familias.

Con la nueva cisterna ya en pie y teniendo en manos un plan para construir otras cinco cisternas de 16.000 litros, Mónica Rutz, miembro del grupo Feriantes El Nochero, cuenta: “El proyecto está muy bueno nos trae un alivio muy grande para el problema que tenemos con el agua. Nos trae vida y nos da la esperanza para seguir como productores. Vamos a poder cosechar agua para consumo humano y para lo que producimos en las pequeñas huertas. Es un proyecto fructífero. Los beneficiarios estamos más que felices de estar trabajando en esto, además es muy buena  la forma en que lo estamos llevando adelante con el esfuerzo que pone cada familia”.

Elena Díaz, de la organización Mujeres Rurales Unidas agrega que la zona está muy aislada y remarca que el principal problema que tienen es la dificultad para acceder al agua. “La cisterna nos va a ayudar muchísimo para  tener agua en nuestros hogares y para las pequeñas producciones que tenemos. Con la unión de todas las familias vamos a continuar con estos programas”, dice. Al referirse a la actividad que realizan cuenta que “cuando nos visita el INTA y nos dan pollitos empezamos a criarlos y a eso le sumamos todo lo que hacemos en las huertas”.

La estructura de cemento que da forma a la nueva cisterna en la que se almacenará agua de lluvia va a contener algo más que agua: anida sueños, más emprendimientos y un horizonte donde las 37 familias que participan de este proyecto puedan planificar una mejor calidad de vida en el lugar que habitan.

Taller c indígena

Acciones que buscan una reparación histórica en el norte salteño

El Estado provincial ya cuenta con un Protocolo de Consulta Previa, Libre e Informada (CPLI) para utilizar antes de que se realice una obra pública en la zona de trabajo de la Mesa de Agua del Chaco Salteño. 

Las organizaciones indígenas y criollas que participan en la Mesa de Agua del Chaco Salteño serán consultadas cada vez que el Estado planifique realizar alguna obra de infraestructura en la que esté implicada el territorio y la vida de las familias. 

 

Así lo establece el Protocolo de Consulta Previa, Libre e Informada (CPLI) que se elaboró conjuntamente con las organizaciones en talleres que se hicieron en diferentes localidades de los departamentos salteños de General San Martín, Rivadavia Banda Norte y Rivadavia Banda Sur, y que luego de un año de trabajo se entregó en abril último, a  la ministra de Acción Social de Salta, Silvia Vargas,  y que deberá ser utilizado previamente a  toda y en cada una de las obras públicas o emprendimiento privado que se realice en las zonas de trabajo de la Mesa de Agua del Chaco Salteño.

 

Cristina Rosetto viven en La Unión, municipio de Rivadavia Banda Sur, es miembro de la organización Asociación de ganaderos de la Unión, y también es técnica extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Para ella la existencia de este mecanismo de consulta es muy importante porque “muchas veces llegan a la zona donde vivimos proyectos de instituciones del Estado con un plan o una idea que se quiere imponer, sin que haya una participación activa de las organizaciones del territorio. Ahí está la importancia de este protocolo, que propone que la gente local sea consultada que es la que conoce las necesidades puntales del lugar”.

“En Rivadavia Banda Sur fue la primera vez que se hizo este taller. Incluso  yo no sabía lo que era una consulta pública y la obligación que existe de hacerla antes de que se inicien obras. Hace mucho nos llamaron a una consulta pública cuando se estaba construyendo la Ruta Provincial 13, que ahora la tenemos asfaltada.  Por eso, el taller sobre el CPLI nos abrió la cabeza a todos los que participamos, y esto es un gran adelanto para la gente ya que se dan cuenta que pueden ser actores activos sobre las obras que se hagan en el territorio”, destacó Cristina.

Ramón Torres de la Asociación de Pequeños Productores y Familias Criollas del Lote 26, de Rivadavia Banda Sur, coincide en la importancia que tiene la norma: “El protocolo nos sirve como una herramienta legal y técnica a la hora de construir cisternas para cosechar agua de lluvia. Si la provincia o quien fuera baje a la zona con un programa para construir cisternas, esto nos sirve a las organizaciones para dar a conocer nuestra forma de trabajar y unificar los criterios que figuran en el protocolo, porque hoy en día hay muchas instituciones que hablan de la construcción de cisternas pero no trabajan de la misma forma. 

Por su parte, Néstor Montes, cacique de la comunidad La Pantalla, de Los Blancos, destaca que durante los talleres los miembros de su comunidad pudieron entender lo que plantea esta norma con respecto a las obras de agua “nosotros como comunidad ya tenemos un esquema de consulta previa más amplio que no se está cumpliendo porque no hay un seguimiento, pero esperamos que en este caso esta herramienta si sirva, y la consulta previa funcione como tal”.

Antecedentes de la norma

La propuesta de elaboración del Protocolo tuvo lugar en una Asamblea de la Mesa de Agua, a fin de cumplir con el Convenio 169 de la OIT, referida a las comunidades indígenas y a la Ley nacional 25.675 de la Nación. Fue realizada por FUNDAPAZ y el Instituto de Derecho Ambiental y Sustentabilidad (IDEAS) de la UCASAL, ambos integrantes de la comisión directiva de la Mesa, que firmaron un convenio para llevarlo adelante.

 Dicho Convenio también incluyó a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas con apoyo de la Oficina del Coordinador Residente Argentina; ONU Mujeres, y GEISA (Grupo de Estudios e Investigaciones Socio-Ambientales) perteneciente al Instituto de Investigaciones en Energía no Convencional (INENCO -CONICET-, UNSA). Este último organismo participó con el propósito de incorporar uniformidad en los criterios de calidad de agua y pautas de manejo mínimo que deberían seguirse para que se acceda a agua segura.

Existe un marco normativo internacional, nacional y provincial, por el cual la CPLI es un derecho reconocido para los pueblos indígenas como una acción de reparación histórica, como por ejemplo, el Convenio 169 de la OIT (1989), vigente en Argentina desde 1992; la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas (2007), la Constitución Nacional de 1994 y las constituciones provinciales.

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