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En tiempo de pandemia recrudecen los conflictos por el acceso a la tierra

Para las familias rurales campesinas e indígenas tener la titularidad de la tierra que habitan representa también tener derecho a la vida y a imaginar un futuro. En Santiago del Estero, como en otras provincias de nuestro país, muchas de ellas viven en el desasosiego que provoca tener la tenencia precaria de la tierra o vivir conflictos cada vez más violentos con desalojos, que se han incrementado en los últimos tiempos en el marco de la pandemia, y que desconocen sus derechos adquiridos.

En la localidad San José del Boquerón, al norte de la provincia en la zona conocida como Salado Norte por estar al margen del río Salado, las familias viven en y del monte. Se dedican a la extracción de productos forestales, a la cría de cabras y vacas; a la apicultura, y a la realización de artesanías, entre otras actividades. Muchas de ellas acarrear la preocupación de no sentirse seguras en su tierra.

«Hoy los principales problemas para las familias que ancestralmente viven y producen en la zona es la falta de políticas que reconozcan el derecho posesorio que tienen. Siempre hay amenazas de desalojo y en mucho de los casos son desalojos silenciosos que se hacen con la complicidad del poder judicial, político y económico. Desalojos que avasallan sus derechos, especialmente cuando no hay quien represente y asesore a las familias, y cuando la justicia hace oídos sordo a este problema» explica Guido Corvalán, presidente del Mocase Institucional.

Según Corvalán entre un 30 y un 40 por ciento de las familias rurales, indígenas y campesinas de la provincia tiene este problema. «La mayoría de las veces porque esos derechos que contempla el Código Civil y la Constitución Nacional dentro de los procedimientos jurídicos no son tomados en cuenta por los jueces. Las políticas que se aplican no están acorde a esta problemática y eso hace que constantemente las familias estén en una situación crítica», señala.

«No es fácil vivir en el campo desamparado y muchas veces con amenazas de muerte-continúa-, algo que es común escuchar en los territorios donde hoy en día así se manejan los conflictos para adueñarse de la tierra».

reunion Mesa de Tierra Salado norte

Alicia López, secretaria de la Asociación Civil de Pequeños Productores del Noroeste Copo, integrante de la Mesa de Tierra del Salado Norte, cuenta que se viene trabajando con otras organizaciones para encontrar caminos de solución a esta problemática. «Desde que estamos en pandemia, y como no podemos reunirnos entre las organizaciones que están muy dispersas unas de otras, fueron creciendo los conflictos con el avance de las empresas y los terratenientes. El Estado lo sabe pero no se hace nada. Esta es nuestra gran preocupación hoy en la Mesa de Tierra.»

Al dar el ejemplo de un caso dice: «Nuestra organización está integrada por familias campesinas e indígenas de la etnia lule- vilela. Desde hace más de 10 años tenemos un conflicto con la empresa El Romeral SA, en un territorio que está entre la picada Barilari y el Canal de Dios, donde está la comunidad indígena «Sin Fronteras». Son 20.000 ha, en donde viven cerca de 50 familias. Hoy este conflicto está fuerte, por eso estamos viendo con FUNDAPAZ, qué podemos hacer. Hay gente que quiere meter miedo y tiran tiros a orillas del canal; y otros que quieren dividir a la gente. Cuando vamos a la policía no nos quieren tomar la denuncia».

Esta comunidad indígena realizó un relevamiento territorial para conocer la situación de la zona y está trabajando con las familias de los cinco parajes involucrados para tratar de encontrar una solución al problema de la tierra. «Ya tenemos muertos en la defensa del territorio y todo sigue igual. Nada ha mejorado, pero seguimos adelante», sostuvo esperanzada Alicia López.

Mujer Calefón Recortada

Mujeres que defienden el ambiente cambiando rutinas del hogar

Trabajan en un proyecto que promueve el uso de artículos basados en energías renovables

Un grupo de mujeres que viven en diferentes parajes de la Cuña Boscosa Santafecina y Los Bajos Submeridionales, al norte de la provincia de Santa Fe, y que forman parte de la organización UOCB,  vienen poniendo en práctica experiencias que facilitan la llegada a los hogares de cocinas ecológicas y calefones solares, artefactos que utilizan energías y recursos renovables amigables con el medio ambiente.

Desde hace más de un año participan del proyecto Nuevas Energías para las mujeres de la Cuña Boscosa, iniciativa que acompañamos desde FUNDAPAZ y que cuenta con el apoyo del Programa Pequeña Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.

En sintonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), esta iniciativa busca mejorar la calidad de vida de las mujeres,  las condiciones del hábitat en los hogares,  disminuir la explotación de los bosques, y fortalecer la reflexión sobre el rol de la mujer en el desarrollo local y en las organizaciones.

Así, en 2019 se capacitaron en el armado y uso de cocinas y hornos ecológicos, que complementaron con talleres sobre alimentación saludable. Este año, el desafío creció y llegó el momento de aprender a armar calefones solares. «Organizamos varios talleres destinados a 20 familias, que se hicieron en diferentes parajes como Espín, Toba, Fortín Olmos y Caraguatay. En cada encuentro compartimos la actividad entre hombres y mujeres, que se capacitaron tanto en el armado de los calefones como en la instalación.

Este proyecto posibilitó que las mujeres se apropien de diferentes conocimientos para poder aplicarlos a su realidad.  Por ejemplo, en este caso adaptar la instalación del calefón a cada domicilio, ya que se dan diferentes situaciones familiares. En algunos casos se puede instalar en el techo; en otros, la familia tienen que construir una estructura al lado de la casa; y en otros casos las familias no tienen agua de red. «Frente a esto entre todos analizamos las problemáticas y aportamos ideas», explica Analía Vicentín, secretaria de la UOCB y coordinadora de este proyecto.

A Mónica Luna, del paraje Toba, haber tenido esta experiencia la llena de orgullo. «Fue muy lindo trabajar con mujeres y participar en el armado de calefones. Para nosotras es algo nuevo, nos sentimos orgullosas de haberlo podido hacer, y a la vez esto nos fortalece para seguir trabajando juntas. En casa el uso del calefón solar nos alcanza para bañarnos tres o cuatro personas y queda el agua tibiecita para el otro día. Funciona muy bien», dice entusiasmada.

 «Tener un calefón solar en la casa es una gran ventaja sobre todo para la economía familiar, lo comprobamos con la última boleta de la luz. Antes dependíamos del calefón eléctrico, ahora  se ahorra  energía y a la vez el agua caliente alcanza para la higiene de la familia», agrega Silvia Alegre del paraje Espín.

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