vinalito Gabriel

Se realizó en Vinalito, Jujuy, un taller para pensar caminos de acceso al agua

Con un ritual de bienvenida a cargo de la Campinta, Claudia Farías, representantes de ocho de las once comunidades de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) de Vinalito, Jujuy, se dispusieron a compartir junto al resto de los miembros de las organizaciones que integran la Mesa Interinstitucional e Intercultural del pueblo guaraní el taller sobre Metodologías de Acceso al agua, a cargo de Gabriel Seghezzo de FUNDAPAZ, que se realizó a fines de junio en esa localidad.

La iniciativa, formó parte del plan de trabajo de dicho espacio, donde se abordan temáticas vinculadas al cuidado del medio ambiente y al desarrollo de las comunidades. Por medio de un trabajo articulado entre todas las instituciones que trabajan en el territorio, se busca impulsar acciones que permitan fortalecer la identidad cultural; promover el acceso al agua y a la tierra; y formular proyectos que atiendan las necesidades locales, entre otros temas.

Durante este taller se pudieron identificar los principales problemas relacionados con el acceso al agua. Algunos de ellos son: no hay un río cerca u otra fuente del recurso; la posibilidad para acceder a agua salada es sólo llegando a napas profundas del terreno y donde a veces no se encuentra nada; falta de un plan de manejo del recurso para poder almacenar el agua de lluvia.

vinalito inicio

En el desarrollo de los distintos bloques de esta jornada se fueron analizando aspectos técnicos que se pueden aplicar en la elaboración de diferentes planes para tener agua, ya sea construyendo reservorios (cisternas de 16.000 litros) para obtener agua para consumo y producción, o reciclando aguas grises, una experiencia que se desarrolla desde hace más de 25 años en zonas semiáridas de Brasil.

Con un intercambio de ideas y reflexiones sobre estos aportes finalizó el taller, que contó con la presencia de Mburubichas, integrantes de ANDHES, Parques Nacionales, del INTA, de ACDI, del ENCONA, de la Fundación El Alero y de FUNDAPAZ, entre otras instituciones. Se trató de una jornada donde se priorizó la búsqueda del bien común.

Mujer Pilcomayo

Historias de vida que siguen el pulso de la tierra

Los pasos que está dando la familia de María Silvia Salto, de la organización Vecinos Unidos, para lograr reubicarse en otro lugar distante de donde vive actualmente, es una de las tantas historias que alientan el proceso de regularización territorial que se lleva adelante desde hace más de 20 años, en los ex lotes fiscales 55 y 14, en el municipio de Santa Victoria Este, en el norte de Salta.

En un territorio que tiene una extensión de 643.000 hectáreas, las comunidades indígenas que habitan allí ancestralmente, representadas por la Asociación Lhaka Honhat (LH) y las familias criollas que acreditan derechos, representadas por la Organización de Familias Criollas (OFC) y otras organizaciones, desde el año 2000 vienen trabajando juntas en este proceso de reclamo de la tierra y el territorio, en el marco de lo que se conoce como Programa Pilcomayo.

Este Programa, en el que también participan Asociana, acompañando a las comunidades indígenas y FUNDAPAZ, a las organizaciones criollas, cuenta con el apoyo de las agencias Misereor y Pan Para el Mundo, y tiene como objetivo principal unificar estrategias de trabajo y facilitar los acuerdos entre poblaciones con culturas y miradas diferentes que viven en un mismo territorio.

Durante la marcha de este proceso, mientras Lhaka Honhat iba reclamando ante el Estado provincial y más tarde ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el derecho a un título único de la tierra; en el territorio las organizaciones comenzaron a trabajar con una herramienta como es el mapeo participativo, que les permitió visualizar las áreas de uso tanto de las comunidades indígenas como de las familias criollas, para poder construir  una propuesta conjunta de distribución y regularización de la tierra y el territorio.

Con datos e información producida por las poblaciones e instituciones, el gobierno de Salta reconoció en 2007 mediante un decreto, que a las comunidades indígenas les correspondía un territorio de 400.000 hectáreas y otro de 243.000 a las familias criollas.

Más tarde, ya en una nueva etapa, las poblaciones fueron acordando, las áreas asignadas para cada población y se inició un proceso para definir la relocalización de las familias criollas hacia la zona establecida.

Actualmente, hay un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que reconoce el derecho a la propiedad comunitaria ancestral y dictamina que el Estado argentino entregue en un título único a las comunidades indígenas un territorio de 400.000 hectáreas, con derecho a conservar la identidad y la garantía de acceso a la alimentación, al agua y a un ambiente sano.  En la misma sentencia los jueces reconocen, el derecho a la tierra para la vida de las familias criollas, sobre un territorio de 243.000 hectáreas.

Ma Silvia y quesos

Es en este contexto, que María Silvia Salto y su familia, pequeños productores que se dedican a la cría de ganado mayor y menor, tomaron la decisión de relocalizarse y están dando los pasos para poder mudarse del paraje Buena Vista hacia el paraje El Molle, una nueva zona a 80 kilómetros de donde viven actualmente.

La familia cuenta con un pozo de agua y un predio destinado al pastoreo. Hace poco pudo realizar un cerramiento de 3 hectáreas, de las cuales en una hectárea implantó Gatton Panic para pasturas y trasplantó algarrobos blancos y chañares. El resto del campo aún no está cercado y tiene una mínima infraestructura productiva debido a que hay que trasladar la unidad domestico-productiva del puesto viejo -con corrales, mangas y bretes, en donde tiene 45 vacas lecheras, 250 cabras y ovejas-, a este nuevo espacio, donde deberán comenzar nuevamente a reorganizar las instalaciones para el manejo de su ganado.

Al consultarle sobre cómo están viviendo esta experiencia – que es una entre las de 20 familias que ya se relocalizaron por sus propios medios-  María Silvia reconoce que es un proceso lento; que otras familias criollas van a poder transitarlo, presentando mayores desafíos para aquellos que son muy mayores.

“Yo todavía no me pude mudar definitivamente porque no tengo agua suficiente, que es fundamental para el consumo y los animales. Además, no está terminada la casa. Por ahora, seguimos limpiando el terreno, haciendo los deslindes y alambrando”, cuenta.

En su familia las mujeres producen de diciembre a septiembre de cada año, quesillo y queso criollo o chaqueño. Tienen un rodeo que les permite obtener no más de 3 a 5 litros de leche por vaca. Esta actividad la complementan con la cría de ganado menor y aves de corral, destinada un 70% para el autoconsumo.

La nueva trama de la vida de las familias chaqueñas protagonistas de este proceso, se va armando de a poco. La mayoría de los actores confía en que se cumpla del Fallo de la CIDH garantizando la toma de medidas de reparación y la realización de obras en el territorio que permitan volver a iniciar la vida en una nueva zona.

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