Once familias del grupo vecinal El Quebracho que viven en un lunar criollo, se organizaron para dar respuesta a sus principales necesidades en la zona.
El entusiasmo de haber alcanzado algunos logros que permiten vivir mejor, sigue acompañando en estos días a las familias del grupo vecinal El Quebracho, miembro de la Organización de Familias Criollas (OFC) de Santa Victoria Este, en Salta. Sucede que luego de más de 20 años de llevar adelante diferentes acciones para poder desarrollarse en el territorio donde viven, hoy conocido como un “lunar criollo Quebracho ”, acaban de presentar un plan integral de manejo de recursos naturales que incluye: la construcción de seis cisternas de 16.000 litros para captar agua segura para consumo, una de las principales necesidades de la zona; la implementación de sistemas silvopastoriles, el desarrollo de un programa ganadero y apícola, y una huerta agroecológica que está a cargo del grupo de mujeres.
Estas obras tienen un significado especial porque se enmarcan en un proceso de regularización dominial de la tierra que se viene desarrollando en los ex lotes fiscales 55 y 14 entre familias criollas y comunidades indígenas, por el cual las comunidades indígenas accedieron a 400.000 has y las familias criollas a 243.000 has. Desde el año 2000 FUNDAPAZ acompaña a la OFC en este proceso con el Proyecto Pilcomayo, que cuenta con la cooperación internacional de Misereor y de Pan Para el Mundo, y en el que también participan Lhaka Honhat con el acompañamiento de Asociana.
Luego de muchos años de diálogo y acuerdos entre las familias criollas y las comunidades indígenas, que logró definir la distribución territorial de cada población, en este grupo Quebracho 11 familias lograron la titularidad de la tierra donde viven en pleno acuerdo con las comunidades indígenas vecinas: un lunar criollo de unas 1.750 ha.
“Hoy son 11 las familias que lograron el arraigo en esta zona, y gracias al trabajo comunitario tenemos ganado mayor y menor, 15 hectáreas de manejo de potrero silvopastoril y obras de acceso al agua. Si bien todavía no logramos cubrir toda la necesidad de agua para producción porque tenemos que llevar los animales hasta el río que nos queda a 15 kilómetros, avanzamos mucho”, cuenta Daniel Daniel Herrera, presidente de la organización Raíces del Chaco del Quebracho.
Noelia Arias, una de las diez mujeres que trabaja en la huerta comunitaria, agrega: “La huerta es un gran beneficio para cada familia porque nos permitió hacer un cambio en la alimentación. Ahora podemos tener lechuga, acelga, zanahoria, cosas que nos aportan muchos nutrientes, y no tenemos que ir hasta el pueblo a comprar. Eso muchas veces es difícil por el mal estado de los caminos. Por eso todas trabajamos con entusiasmo en esto”.
Así, mientras se llevaban adelante los acuerdos por la tierra se trabajó en este plan de acceso y manejo de recursos naturales en el que participaron instituciones, organismos provinciales y nacionales reunidos en la Mesa de Acceso al Agua del Chaco Salteño, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, el Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (Proinder), el Programa Bosques Nativos y Comunidad, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, entre otros actores.
Si bien aún queda mucho por hacer, ya que el Estado debe garantizar un presupuesto para los trabajos de infraestructura pendientes en la zona para terminar con el proceso de regularización dominial de la tierra, que incluya a todo el territorio y en el marco de acuerdos; la manera en que esta vecinal de la OFC resolvió los principales problemas de las familias, es un modelo que puede ser un ejemplo para otras vecinales de esta organización y también para otras organizaciones criollas que hoy conviven en este territorio.